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UITA
Unificando los trabajadores agroalimentarios y de hostelería en todo el mundo



Morgan Stanley y la nueva lucha de clases

Incluido en el sitio web de la UITA el 11-Dec-2002

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Morgan Stanley, el gigante de la banca de inversiones con sede en EE.UU., ha lanzado una declaración de guerra contra la fuerza laboral sindicalizada. En una reciente "nota de investigación" a los inversores, el estratega de Morgan Stanley en materia del capital accionario de EE.UU., Steve Galbraith, les aconsejó "buscar la etiqueta sindical y disparar para el otro lado". Los planes de jubilación y atención de la salud para los empleados, declaró Galbraith, determinan que las compañías sindicalizadas se vuelvan "tóxicas" para los inversores y sus competidores no sindicalizados deben ser gratificados como corresponde.

No sería procedente señalar que, en el largo plazo, las compañías sindicalizadas hayan demostrado ser altamente exitosas. O que la quiebra de los Enrons, WorldComs y otras compañías con una alta clasificación por parte de los analistas de inversiones fue tóxica para muchos accionistas, así como empleados. O que las compañías con activos reales demuestran ser inevitablemente más durables que los conglomerados de capital especulativo. Los argumentos de este tipo no ejercerán influencia sobre Morgan Stanley y otros grandes inversionistas.

Tampoco los argumentos racionales ni los reclamos en favor de un neoliberalismo más benévolo y más moderado inducirán a estas instituciones. "Las ganancias de los accionistas", nutridas en base a los valores excesivamente inflados del mercado de capitales y los efectos especulativos, se han convertido en el "mantra" de una nueva casta de inversor transnacional. La nueva doctrina para las inversiones de Morgan Stanley refleja, en forma concentrada, la tendencia del pensamiento empresarial a considerar primordialmente el aspecto financiero (financialización).

La financialización empresarial ha sido a la vez una fuerza impulsora y una consecuencia del proyecto neoliberal de liberalización de las últimas dos décadas. Notoriamente, las grandes empresas no financieras actualmente mantienen importantes carteras de inversiones (que a menudo eclipsan sus activos industriales). Por ejemplo, en los sectores de la UITA, las corporaciones exclusivamente de inversiones, las cuales no son capaces de diferenciar la tasa de ocupación de un hotel de una flauta de pan, negocian la propiedad de compañías de elaboración de alimentos, servicios alimentarios y de hoteles y restaurantes. Los valores inflados de las acciones a raíz de la larga bonanza del mercado de capitales han condicionado una demanda reflexiva de tasas cada vez más altas de rentabilidad, a ser logradas más fácilmente mediante la "reducción del número de cabezas" (es decir, despidiendo a los/as trabajadores/as) y barajando rápidamente la propiedad de las corporaciones por otras corporaciones en un tablero mundial de ajedrez. Se ha diseñado una economía política global liberalizada, con el propósito de facilitar la creación de la riqueza en títulos bursátiles y la transferencia de los ingresos de los/as trabajadores/as y la gente de bajos recursos mediante la creación de deudas en gran escala. Es precisamente por esta razón que las negociaciones acerca del tratado del GATS, el Área de Libre Comercio de las Américas y la "ronda Doha" de la OMC se concentran en las inversiones o, más precisamente, en los "derechos" de los inversores. La "libertad" absoluta para los inversores transnacionales está en el fondo del proyecto global de liberalización.

Son los Morgan Stanleys del mundo quienes están insistiendo y beneficiándose de la privatización de la seguridad social y los servicios públicos y quienes están empeñados en incorporar a su casino la producción mundial de alimentos. No podría haber una mejor ilustración del carácter socialmente tóxico del sistema global de finanzas que el dramático repunte del hambre y la desnutrición en Argentina, un gran exportador de alimentos, justo en un momento cuando el FMI está insistiendo respecto a las reducciones en gran escala en los gastos de salud pública como una condición para los préstamos futuros.

Aconsejar a los inversores que huyan de las compañías sindicalizadas constituye, sin duda, un asesoramiento financiero moralmente repulsivo, socialmente irresponsable y, en el análisis final, equivocado. Pero es la expresión lógica del nuevo orden mundial que ha sido construido sistemáticamente por una nueva casta de inversores transnacionales. Ellos serán derrotados, no por la fuerza de los argumentos, sino cuando la clase trabajadora y sus aliados hayan cobrado suficiente fuerza sindical y política como para imponer un sistema regulatorio mundial, en el cual las inversiones auténticas para la creación de la riqueza y el capital humano prevalezcan sobre el régimen institucionalizado de la especulación global.