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UITA
Unificando los trabajadores agroalimentarios y de hostelería en todo el mundo



El G20 y después – Interrogantes para el movimiento laboral

Incluido en el sitio web de la UITA el 17-Dec-2008

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La única sorpresa que surge de la reciente cumbre del G20 en Washington –anunciada por anticipado como plataforma de lanzamiento para “un nuevo diseño financiero internacional”, “Bretton Woods II”, etc. – fue la aparente sorpresa ante los pobres resultados. La acción internacional para combatir el deshielo económico global se confinó a un vago compromiso de “respuesta política coordinada". Se realizaron algunas referencias sobre la estimulación de la demanda, así como los rituales reclamos por una “mayor transparencia” y una “sólida reglamentación de los mercados financieros”. El capital riesgo y los fondos de cobertura se unieron para auto-reglamentarse en nombre de una "práctica óptima." El cambio climático y el incremento del hambre vinculados a la volatilidad del precio de los alimentos –componentes esenciales de la difusión de la crisis– no se mencionaron en parte alguna. Y los gobiernos decidieron reunirse nuevamente en algún momento... del segundo trimestre del 2009.

Sin embargo, a pesar del devastador papel destructivo del FMI en anteriores crisis, los gobiernos representados en la cumbre se unieron en torno a la necesidad de un rápido fortalecimiento de las finanzas de la organización, su mandato y alcance. Los gobiernos también se unieron en su reclamo por una rápida conclusión de las negociaciones de la OMC en Doha, que incluyen ambiciosas disposiciones para inmovilizar el crecimiento y la inmunidad de la reglamentación de un sector financiero sobre cuya crisis la reunión fue ostensiblemente convocada para abordar.

Entre tanto, a pesar de la inyección de billones de dólares provenientes de fondos públicos, en los sistema bancarios nacionales, la carnicería financiera continúa y está ahora arrasando con fábricas y servicios. En tanto los puestos de trabajo de todo el mundo están siendo destrozados en cuestión de horas, se están realizando nuevas y enormes apuestas financieras sobre la deuda empresarial y los valores accionarios, ya que los inversores procuran obtener beneficios de los daños.

El vago lenguaje del comunicado de la cumbre y su desganado calendario contrastan poderosamente con las exigencias del sector financiero. En la víspera de la cumbre, el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por su sigla en inglés), la organización mundial de cabildeo del sector financiero, expresó sus demandas en una carta dirigida al Presidente Bush, de EE.UU., firmada por el Presidente del IIF (y presidente del Deutsche Bank) Joseph Ackermann y otros cuatro banqueros de alto rango en el IIF. Este instituto tiene dos exigencias clave. Estas son, primero, la creación de un Comité coordinador mundial regulatorio de las finanzas para dirigir el sistema financiero internacional, en el cual el papel del FMI como ejecutor se vería reforzado. El Comité serviría como grupo coordinador para la banca privada y las instituciones de crédito unilaterales y estaría vinculado a “colegios de supervisores” controlando (en los términos de la carta) “a las 30-40 principales instituciones mundiales de servicios financieros”. El IIF considera la expansión del G8 a G20 y el incremento de derechos de representación de los que llaman “diversos países de desarrollo de importancia sistemática” en el seno del FMI y otras organizaciones multilaterales, como base para la expansión y una mayor integración del sector global de servicios financieros.

Si el G20 pareciera vacilar, Ackermann y compañía tienen un claro calendario. Según su carta, “Como las instituciones financieras y los mercados están volviendo a funcionar con normalidad, es necesario formular e implementar estrategias de salida bien definidas. Las medidas de emergencia no deben proporcionar la base para un papel permanentemente mayor del público en el sistema financiero internacional: esto arriesgaría posponer las perspectivas de un renovado crecimiento sostenido de la producción y del empleo, al introducir múltiples ineficiencias en los mercados globales". El mensaje es claro: en tiempos de crisis, los gobiernos deben sacar del apuro al sistema financiero y luego retroceder rápidamente a su, tradicionalmente, más limitado papel de apuntalamiento de la expansión financiera privada, garantizando la deuda pública.

¿Refleja el pobre desempeño del G20, simplemente, una falla de la voluntad e imaginación por parte de los gobiernos? ¿O es una ilusión imaginar que las alternativas a la ortodoxia neoliberal del G8 emergen espontáneamente de un grupo de los 8 agrandado a 20, 30 o más bancos centrales y sus grupos de presión financieros internacionales cuyo único compromiso compartido es proteger el valor de sus reservas en dólares?

La expansión de la participación de (seleccionados) países en desarrollo en los ejercicios de la cumbre global, cumple con las demandas de mayor representación, pero deja intocadas las relaciones sociales y el equilibrio de fuerzas que se encuentran en la raíz del sistema y en su actual crisis. Una nueva arquitectura financiera no se construirá simplemente agregando habitaciones. Son necesarios nuevos fundamentos y no los obtendremos “cabildeando” al FMI o mediante periódicos cónclaves de los gobiernos. Las solicitudes de más estímulo de la demanda, más equidad y más respeto por los derechos de los trabajadores/as no tienen más probabilidad de ser atendidas ahora de lo que lo fueron en el pasado. Toda la experiencia de las dos últimas décadas –años en que los históricos logros de los trabajadores/as han sido revertidos virtualmente en todos los frentes– demuestra lo contrario.

El movimiento laboral enfrenta en el ámbito nacional e internacional una crisis de enorme profundidad y a gran escala. Instituciones como el FMI que tradicionalmente sirvieron como instrumentos para resolver situaciones críticas más limitadas, actualmente carecen de los recursos para combatirla. Y, hoy, los gobiernos no enfrentan la masiva presión social y política que los impulse a abordar la crisis de formas que reviertan décadas de destrucción social y ambiental y refuercen la capacidad de movilización del movimiento laboral.

En esta situación, todas las preguntas deben considerarse abiertas, y una oportunidad para los sindicatos de intervenir, en formas diferentes, mediante nuevas alianzas. Si el G20 está paralizado, Ackermannn, los bancos y el IIF tienen un programa y los medios para implementarlo. ¿Cuál es la repuesta del movimiento laboral? Podemos comenzar a pensar acerca de las alternativas haciendo algunas de las preguntas que no estaban sobre la mesa en el G20. Una lista parcial incluiría:

Reglamentación de mercados financieros – ¿reglamentar qué y para quién?

Progresivamente liberado por la acción estatal de leyes y reglamentaciones que inhiban su actividad, el sector financiero ha asumido un peso sin precedentes en la economía global. Para tomar sólo un ejemplo, el valor de los derivados del crédito pendiente es actualmente ocho veces mayor que el PBI mundial. Se realizan enormes apuestas sobre cualquier cosa desde bancarrotas a la pérdida de cosechas. Describir esto como un capitalismo de casino es un insulto para los casinos.

La reglamentación es claramente necesaria, pero ¿con qué fin? ¿Es el objetivo ayudar al casino a operar de manera menos volátil más ordenada, o es reducir sustancialmente el sector a fin de canalizar los recursos hacia una verdadera inversión en personas y puestos de trabajo? El IIF claramente desea mayor reglamentación, porque sus bancos afiliados ya no confían en el papel que ellos y sus rivales tienen en sus libros. Desean invertir, pero no necesariamente invertir en puestos de trabajo, comunidades y personas, a menos que sea bajo sus términos. Debemos distinguir entre su idea de reglamentación y la nuestra.

¿Finanzas vs. economía real?

La crisis financiera, nos dicen, ha salido de su epicentro original y ahora está atacando la economía real de bienes y servicios. Esto es cierto solamente en un sentido limitado, porque pasa por alto la progresiva erosión de la distinción entre las dos, lo cual es un factor clave en la actual etapa de la crisis. Manufacturas, servicios y hasta la agricultura han entrado en una profundización financiera, dedicando las empresas cada vez más recursos a la actividad puramente financiera, a expensas de sus operaciones de manufactura y servicios. Durante años, las finanzas han sido más rentables que las manufacturas para la principales CTNs como General Electric y General Motors. La fabricante de automóviles alemana, Porsche, en los últimos 12 meses hizo 7 veces más dinero mediante opciones accionarias que fabricando automóviles, haciendo que el Financial Times pregunte: ¿Es Porsche un fondo de cobertura de riesgo o un fabricante de automóviles? (de hecho, es ambos). La fusión de la financiera con la economía real alcanza nuevas alturas con los grandes fondos de capital riesgo, vehículos de inversión con compañías de cartera que emplean a millones de trabajadores/as. También la agricultura se ha sumergido cada vez más en una profundización financiera, a medida que enormes corrientes de capital especulativo ingresan a mercados de productos básicos, anteriormente restringidos, y futuros contratos que son negociados en distantes centros financieros afectan directamente a remotos productores rurales.

Al mismo tiempo, las empresas manufactureras y de servicios han estado bombeando dinero en forma continuada de sus operaciones en nombre del “valor patrimonial”, recompensando a ejecutivos y accionistas con astronómicas recompras de acciones, dividendos y opciones de compras de acciones. La inversión real en plantas y equipamiento es reducida a un mínimo o sólo es llevada a cabo a expensas de enormes concesiones de los trabajadores/as y subcontratación. Las compañías se han vuelto tan endebles, que una ligera disminución en el consumo puede significar la muerte instantánea, especialmente para aquellos que se encuentran atascados en operaciones financieras.

Parálisis gubernamental y el crujido crediticio

A pesar de la inyección de billones de dólares en algunas de las principales instituciones financieras del mundo, los bancos se niegan a otorgar créditos y acumulan su efectivo. Los gobiernos, que son los principales e incluso los únicos propietarios de importantes bancos y corporaciones financieras han estado pidiendo en vano que se abra el grifo crediticio del cual depende la economía.

Los gobiernos parecen paralizados, ante la huelga crediticia porque estas enormes inyecciones de capital han sido estructuradas con precisión de manera de facilitar un control mínimo y la máxima velocidad de salida (el programa IIF). No existe nada inevitable acerca de esto – como propietarios, los gobiernos pueden de hecho exigir que los bancos realicen préstamos y determinar cómo y dónde debe invertirse el dinero. También pueden hacer uso de su autoridad reguladora nacional para presionar a los bancos que no hayan (aún) recibido grandes inyecciones de dinero público, a que otorguen préstamos. Deben ser compelidos por una masiva presión política a utilizar su poder a fin de movilizar tanto el crédito a corto plazo como el necesario capital de inversión – y garantizar que el dinero no sea acumulado para adquisiciones y dividendos o simplemente estacionado en la expectativa de una vuelta a los días del 25% de retorno.

Exigiremos en el trabajo, en las calles, en cada foro público y mediante la creación de otros nuevos, que gobiernos y compañías se hagan responsables del crecimiento del desempleo en un momento en que sumas, sin precedente, del dinero público están siendo vertidas en el sistema bancario. Luego de las mayores nacionalizaciones de la historia, los trabajadores/as deben insistir en que los bancos sea reglamentados como un bien público, estructurados como una utilidad pública, responsable de la búsqueda de objetivos políticos democráticos. El dinero debe utilizarse para financiar la verdadera inversión, no para financiar las finanzas.