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UITA
Unificando los trabajadores agroalimentarios y de hostelería en todo el mundo



Cuatro años más: Por qué la solidaridad con los trabajadores estadounidenses importa más que nunca

Incluido en el sitio web de la UITA el 12-Nov-2004

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Las consecuencias globales de tener cuatro años más a Geroge W. Bush en la Casa Blanca son claras. Por lo menos, podemos anticipar una política exterior militarizada, nuevos ataques a los instrumentos internacionales de derechos humanos y una agresiva utilización de la OMC y los acuerdos comerciales regionales/bilaterales para menoscabar las normas sociales y ambientales internacionales.

En los Estados Unidos, “la guerra al terrorismo” ha servido de cubierta a una guerra contra los/as trabajadores/as y sus organizaciones sindicales. Es probable que esa guerra también se intensifique. En agosto del 2002, el Secretario de Defensa, Rumsfeld, telefoneó personalmente al presidente del sindicato de los trabajadores de la estiba de la Costa del Pacífico, para decirles que las medidas de huelga en respuesta a un cierre patronal serían tratadas como una amenaza a la seguridad nacional. Posteriormente, ese año, la Ley de Seguridad Nacional restringió libertades civiles fundamentales y fue también el medio utilizado para despojar a 230.000 empleados gubernamentales de sus derechos de negociación colectiva. En un reciente informe de la Suprema Corte, la Cámara de Comercio de los EE.UU. y la Asociación Nacional de Fabricantes sostenían que los Convenios de la OIT representaban una amenaza a la seguridad nacional al limitar la “soberanía” de EE.UU.

El gobierno de los Estados Unidos siempre se ha negado a adherir a las normas laborales internacionales, particularmente al derecho de los/as trabajadores/as a formar un sindicato. Se calcula que veinte mil trabajadores/as son despedidos cada año por unirse a un sindicato o simplemente expresar su apoyo a esta idea. La destrucción de sindicatos es una industria de gran rentabilidad y alta tecnificación. Ante una medida de sindicalización, más de tres cuartas partes del total de empleadores llamarán en consulta al experto en “recursos humanos”. Un estudio reciente demostró que más del 90% de los empleadores obligará a los/as trabajadores/as que están intentando organizar, a someterse a reuniones cerradas – a menudo uno por uno – con los supervisores. En más de la mitad de los casos, los empleadores respondieron ante la posibilidad de sindicalización con la amenaza de cerrar la empresa y reubicarla.

Los sindicatos estadounidenses trabajan en un medio ambiente político y jurídico que pondría a prueba el aguante de organizaciones muchas veces superiores en densidad de afiliación y recursos. Durante los últimos cuatro años, ese ambiente se ha vuelto aún más hostil. Vacíos y fisuras en la legislación laboral nacional facilitan la tarea de los empleadores para evadir el reconocimiento sindical y la negociación colectiva. No existe sistema alguno de negociación sectorial o nacional: los sindicatos deben organizar cada establecimiento agrícola, planta, proveedor, hotel y restaurante, uno a la vez, luego de lo cual el trabajo para retener esa organización recién ha comenzado. Aun cuando se haya logrado el reconocimiento jurídico, los empleadores pueden simplemente estancar, durante un año, las negociaciones por un convenio colectivo, luego del cual pueden impugnar la representatividad del sindicato y todo el proceso comienza de nuevo.

Debido a que los/as trabajadores/as están habitualmente sujetos a la coerción y manipulación de los empleadores en el proceso de elección sindical, los sindicatos han tenido cierto éxito en lograr reconocimiento mediante los así llamados acuerdos de neutralidad por verificación de tarjetas, esencialmente un mecanismo para obtener reconocimiento cuando la mayoría de los/as trabajadores/as firma tarjetas indicando su voluntad de sindicalizarse. Por lo tanto, la verificación de tarjetas será el tema de una resolución prevista por el Tribunal nacional de relaciones laborales dominado por los Republicanos, que podría declarar ilegal el procedimiento bajo la legislación laboral estadounidense. Si eso fracasa, la reforzada mayoría republicana en el Congreso de los EE.UU. tiene una extensa legislación antisindical en reserva.

La histórica movilización del 2 de noviembre de los/as trabajadores/as estadounidenses para votar, fortalecerá la resolución de la administración de debilitar definitivamente la resistencia sindical con el fin de consolidar el realineamiento a la derecha de la política estadounidense. Las nuevas normas federales que revocan la obligatoriedad de la remuneración del tiempo extra para más de 6 millones de trabajadores/as estadounidenses, son una muestra de las cosas que vendrán.

Es un testimonio al compromiso y a la combatividad de los/as trabajadores/as estadounidenses que hayan logrado construir y conservar lo que tienen hoy en día. Pero los/as trabajadores/as estadounidenses continúan perdiendo terreno, particularmente en el sector privado. Por lo tanto, contener ese descenso y reconstruir el poder sindical estadounidense es crítico para los sindicatos de todo el mundo, si hemos de evitar que el modelo de relaciones laborales estadounidense se convierta en la norma a nivel global.

Los globalizados mercados financieros, globalizan las demandas de los accionistas por mayores ganancias. Recientes acontecimientos en la industria metalúrgica europea – anteriormente un bastión del “diálogo social” – demuestran la medida en que la tradicional estructura de negociación colectiva de Europa ya ha sido erosionada. Extensas reservas de trabajo no sindicalizado en Rusia y en los nuevos estados de la UE en Europa Central y Oriental se encuentran disponibles para su explotación, así como China ha sido integrada efectivamente en los circuitos de producción global. Todo esto es terreno fértil para agresivos ataques contra el poder sindical en los países en que el movimiento laboral se consideraba inmune.

El movimiento laboral internacional tendrá que movilizar todos sus recursos políticos para detener un mayor deslizamiento hacia la barbarie global y, esa, es una enorme tarea porque la resistencia deberá estar organizada a nivel nacional y global. Parte esencial de esta agenda será obligar a las compañías estadounidenses a entablar negociaciones y limitar los apetitos empresariales mediante la acción y negociación colectivas. Los sindicatos, en todo el mundo, tendrán que brindar sostenido apoyo laboral y organizativo a los esfuerzos de los sindicatos estadounidenses para llevar a las empresas a esa mesa de negociaciones. La pérdida de fuerza sindical en EE.UU. perjudica a los/as trabajadores/as de todas partes; revertir ese descenso es fundamental si hemos de extender el respeto internacional por los derechos sindicales.