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UITA
Unificando los trabajadores agroalimentarios y de hostelería en todo el mundo



Desde Cancún: Las Lecciones y la Langosta

Incluido en el sitio web de la UITA el 23-Oct-2003

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Se cuenta una historia acerca de los primeros tiempos de la Revolución Francesa, en octubre de 1789. Luis XVI, Rey de Francia, y su Reina María Antonieta fueron sitiados en el castillo real de Versalles por los manifestantes de París que protestaban el aumento del precio del pan. Se afirma que la Reina preguntó a su marido qué era lo que la gente quería. Cuando se le dijo que estaban hambrientos y no tenían pan, ella contestó: "Si no tienen pan, déjenlos comer tortas".

Nunca sabremos si la historia es verdadera. En todo caso, la pareja real perdió sus cabezas unos pocos años después cuando se proclamó la República. Ése fue el final de la dinastía de los Capetos, pero de ninguna manera el fin del cinismo en las cúspides. Considérense, a manera de ejemplo, las afirmaciones del Comisionado de Comercio de la UE, Pascal Lamy, en la cumbre de la OMC en Cancún.

Mientras que miles de campesinos y pequeños agricultores de México y de todo el mundo se concentraron en Cancún para protestar contra la destrucción de sus sustentos, Lamy habló en el banquete de la cena de apertura de la cumbre. El International Herald Tribune informó que "El menú incluía langosta mexicana capturada bajo normas ambientales estrictas y enjuagada con agua de hibisco mexicana igualmente pura". Lamy elogió el plato expresando "Esta comida comprueba que no existe contradicción entre el buen gusto, el buen cuidado del medio ambiente y el crecimiento en el mundo en desarrollo". En otras palabras, déjenlos comer langosta.

La gente de México no cena langosta. Ni tampoco puede afirmarse que la langosta, ya sea orgánica o no, se haya convertido en una industria para el desarrollo. Mientras que los negociadores comerciales se vanaglorian de los méritos del comercio liberalizado en la agricultura y los alimentos, los/as trabajadores/as y los agricultores de México sufren hambre. Bajo la campaña de liberalización total de la agricultura para el año 2008, el México rural ha perdido aproximadamente 2 millones de puestos de trabajo. El maíz subsidiado de los EE.UU., que inundó el mercado a un 30-35 por ciento por debajo del costo de producción, ha devastado la producción local. Reforzado por el TLCAM, esto ha reducido el precio en un 75 por ciento. Pueblos y regiones enteras se han vaciado en la medida que los agricultores desamparados se ven empujados hacia el norte para buscar empleos en los EE.UU. Un reciente informe gubernamental ha confirmado que, en la cuna del maíz, las variedades domésticas de maíz han sido contaminadas masivamente por las importaciones de OGMs desde los EE.UU., a pesar de la prohibición de México de plantar variedades transgénicas. El TLCAM no solamente está en camino de eliminar el cultivo del maíz en México. Ha lanzado una embestida genética contra el banco más importante de genes del maíz.

La profundización de la pobreza rural ha deprimido los niveles de vida en conjunto, incluyendo los de los/as trabajadores/as urbanos. El crecimiento socialmente y ecológicamente sustentable – aquél que podría elevar a la gente mexicana de la pobreza y ofrecer esperanza a las generaciones futuras – continúa siendo un sueño lejano.

El ataque del "libre comercio " a la agricultura mexicana – bajo el cual México eliminó la mayoría de las formas de apoyo agrícola interno mientras que las exportaciones subsidiadas compatibles en el marco de la OMC lo inundaron a través de la frontera desde los EE.UU. - ilustra las desigualdades consolidadas en el sistema comercial mundial bajo la OMC. El TLCAM fue más lejos y más rápido, pero la historia de las negociaciones comerciales globales desde 1995 ha sido esencialmente dedicada a ajustar las reglamentaciones de la OMC conforme a las pautas del TLCAM. La crisis global en la agricultura – impulsada por la creciente absorción corporativa de los insumos, del comercio y de la comercialización y respaldada por la amenaza de sanciones comerciales punitivas - ha infligido inanición, miseria y una progresiva desigualdad, entre las naciones y dentro de ellas a la vez. En tanto que los comerciantes de productos primarios y los elaboradores de alimentos transnacionales se congratulan de los precios decrecientes y las nuevas oportunidades de mercados, los miembros de la UITA y millones de agricultores pobres y otras personas dependientes de la agricultura sufren la crisis como un desafío a su propia existencia.

La historia de la OMC es una historia de decepciones y promesas incumplidas. El Acuerdo de Marrakech de 1995, que instituyó la OMC, proclamó la dedicación de la organización al desarrollo sustentable (Doha no fue nada nuevo a ese respecto). Se les dijo a los países pobres que sus inquietudes sobre la agricultura serían abordadas en futuras rondas de negociaciones. El colapso espectacular en Seattle fue seguido por promesas de mayor democracia y transparencia en las estructuras y los debates de la OMC. La "Ronda del Desarrollo" de Doha anunció la primacía de la salud pública sobre el Acuerdo TRIPs de la OMC y pareció ofrecer medicamentos accesibles para los millones de personas con VIH/SIDA en los países en desarrollo. Las futuras rondas iban a introducir una reducción escalonada de los subsidios de exportación sobre los productos agrícolas y su eventual eliminación. El trato especial y diferenciado para atender las necesidades específicas de los países pobres en el sistema comercial mundial iba a ser concretado e implementado.

Ninguna de estas promesas se ha materializado. En su lugar, las negociaciones comerciales avanzaron en la dirección contraria. Las regulaciones sobre inversiones y adquisiciones públicas -- que otorgarían derechos sumamente expandidos a los inversionistas extranjeros, al tiempo de restringir seriamente la capacidad de los gobiernos de regular la inversión al servicio del interés público -- fueron insertadas en la agenda de la OMC como parte de los "temas de Singapur" del año 2001. Se adoptaron las modificaciones a la Política Agrícola Común (CAP) de la UE como "capital negociador" (la frase es de Lamy) en los preparativos para Cancún. Estas modificaciones, si bien son importantes, mantienen el sistema de subsidios ocultos a las exportaciones y dejan intactas grandes áreas de la CAP que están contribuyendo a la destrucción de la agricultura en muchos países en desarrollo. El apoyo del gobierno de los EE.UU. a la agroindustria, incluyendo los subsidios a la exportación, se duplicó. Inmediatamente antes de la reunión de Cancún, los EE.UU. y la UE presentaron una posición de "compromiso" respecto a la agricultura en las negociaciones, la cual carecía enteramente de compromisos específicos y no alteraba los aspectos más perjudiciales del Acuerdo sobre la Agricultura de la OMC. Los avances en materia de agricultura fueron en aquel momento vinculados directamente a la aceptación de las regulaciones sobre inversiones y adquisiciones, a pesar del hecho que casi la mitad de las naciones miembro de la OMC habían rechazado, tanto el proyecto de texto ministerial, como la Segunda Revisión casi idéntica elevada por la secretaría de la OMC durante el curso de la reunión de Cancún. A los países productores de algodón del África Occidental, sofocados bajo el peso de las exportaciones subsidiadas de los EE.UU., se les entregó un texto ridículo al estilo de ‘tómelo o déjelo’, que fracasó en contemplar ni una sola de sus preocupaciones.

En cada etapa sucesiva, los países pobres han sido forzados y coaccionados a firmar nuevos acuerdos que desconocen las promesas ofrecidas en anteriores negociaciones, a cambio de vagas promesas de reparar el daño ya provocado. La disputa en curso acerca de los TRIPs y el acceso a medicamentos accesibles es un excelente caso en cuestión. Cancún reiteró el esquema familiar. Cuando finalmente un grupo de países en desarrollo abandonó las conversaciones en Cancún, la única sorpresa fue que pasó tanto tiempo para que eso ocurriera.

El surgimiento de lo que a primera vista parece ser una oposición coherente a las desigualdades notorias de la OMC – cristalizando el surgimiento del grupo G21 de países centrados en torno a Brasil, Sudáfrica, China e India – ha sido proclamado como un viraje decisivo por los gobiernos y las ONGs al unísono. Un análisis sindical requiere una evaluación más cuidadosa.

Nos oponemos a la expansión ulterior de un sistema comercial mundial que está socavando los derechos democráticos y sindicales, en tanto que profundiza las desigualdades globales ya arraigadas. En lo que respecta a la agricultura, la única oferta en Cancún fue la extensión de un sistema comercial que está asolando las condiciones de vida y de trabajo de los/a trabajadores/as rurales y socavando la seguridad alimentaria. Desde ese punto de vista, nos complace la detención temporaria de nuevos "progresos" hacia la corporatización de la agricultura, debido a que ello nos da un respiro para organizarnos y desarrollar nuestra propia estrategia. No obstante, un acontecimiento táctico favorable no debe ser confundido con el éxito estratégico. Es inaceptable el statu quo y la agenda corporativa continúa progresando, tanto dentro como fuera de la OMC, en forma de acuerdos comerciales y de inversiones bilaterales y regionales que los EE.UU. y la UE están procurando agresivamente.

Es esencial subrayar los límites del colapso interno de la OMC en Cancún, porque muchos de los G21 están sin duda buscando un mayor espacio para imponer su propia versión de una agricultura corporativa orientada a la exportación, la cual está en conflicto con los derechos de sus propios trabajadores agrícolas y de la alimentación, además de debilitar el derecho de sus pueblos a la seguridad alimentaria. La cuestión del "acceso a los mercados", que polarizó a Cancún, constituye en muchos casos una consigna que oculta un instrumento para el enriquecimiento de las elites agrícolas nacionales y la erosión o supresión de los derechos de los trabajadores agrícolas, los campesinos y los pequeños agricultores.

Debemos rechazar asimismo las afirmaciones del G21 – según lo expresó, por ejemplo, el representante comercial de China en Cancún – de representar más del 60 por ciento de los/as trabajadores/as y agricultores del mundo. No puede decirse que ninguno de los G21 representen a los/as trabajadores/as y, por cierto, no compartimos una agenda en común. Por ejemplo, nuestra agenda no coincide con la del gobierno de Pakistán, que en el presente está utilizando su ejército para forzar el desahucio colectivo de campesinos con la finalidad de abrir el camino para la expansión de plantaciones que son propiedad de los militares y sus compinches de la elite. Nuestra agenda no es compartida por el gobierno de China, donde se reprimen sistemáticamente los derechos y los burócratas del Partido estatal han estado sistemáticamente saqueando y empobreciendo la campiña para financiar sus inversiones. El gobierno de Lula en Brasil ha cedido a la presión de sus propios grandes agro-exportadores y autorizó la plantación limitada de soja transgénica (aunque las afiliadas brasileñas de la UITA están vigorosamente combatiendo esta acción y el tema no está de ningún modo solucionado). El G21 fue apoyado por el "Grupo Cairns" de exportadores agrícolas y comparte miembros superpuestos con éste, cuyo programa es la liberalización total de la agricultura y un cese a todas las formas de apoyo gubernamental. Nos oponemos al dumping subsidiado, pero estamos en favor del apoyo para la agricultura, cuando dicho respaldo contribuye a los derechos de los trabajadores rurales, expande el empleo sustentable, protege el medio ambiente y eleva las condiciones de la vida rural.

Cuando la gente de París protestó por el aumento de precio del pan en octubre de 1789, ya se habían abolido los privilegios feudales en Francia y se había adoptado como legislación la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. De esta manera, el camino estaba abierto para una república democrática basada en el sufragio universal. En cambio, el surgimiento del G21 no significa una toma simbólica de la Bastilla y estamos lejos de tener nuestros derechos como trabajadores consagrados en la jurisprudencia internacional por encima de los reglamentos del comercio mundial.

Ya se ha comenzado a diluir el G21, como lo demuestra el fracaso del grupo en congregar nada más que un puñado de miembros a una reunión posterior a Cancún a mediados de octubre. En parte ello se debe a la presión y la extorsión de la administración Bush, que ha amenazado contundentemente con excluir a los países recalcitrantes de los futuros acuerdos regionales y bilaterales de comercio. Sin embargo, también es debido a las fuerzas e intereses en conflicto dentro del G21. Podemos y debemos brindar apoyo táctico a los países pobres que reclaman un conjunto más justo y equitativo de reglas del comercio mundial. No obstante, no podemos contar con ellos para que nos hagan nuestro trabajo.

En forma similar, no podemos dejar de impugnar el marco Norte/Sur con el cual se ha saturado a la reunión de Cancún. El dominio de las grandes potencias comerciales en la OMC, en primera instancia los EE.UU. y la UE, seguidos por sus socios menores, está enraizado en la predominancia de sus corporaciones transnacionales en sus países, así como de las reglas de la agenda corporativa tanto en sus países como en el extranjero.

Los opositores de las regulaciones propuestas en materia de inversiones en la OMC las han considerado casi exclusivamente como un vehículo para la dominación de los países pobres por parte de los inversionistas transnacionales. Es cierto que estas reglamentaciones, si fueran adoptadas dentro de la OMC, reforzarían aún más los "derechos" de los inversores a costa de la capacidad de los países en desarrollo de determinar sus propias prioridades de desarrollo. Pero el modelo para estos códigos de inversiones es el Capítulo 11 del TLCAM, que ha sido deliberadamente elaborado para restringir el derecho de los gobiernos en América del Norte para legislar y regular las inversiones en favor del interés público. El Capítulo 11 ha sido aplicado sistemáticamente por las grandes corporaciones de Canadá y los EE.UU. para replegar las pasadas conquistas de los movimientos laborales, ecológicos y de los consumidores en aquellos dos países y para inhibir futuros avances. Estos reglamentos sobre inversiones representan una amenaza universal y los/as trabajadores/as del Norte y el Sur deben combatirlos conjuntamente o arriesgarse a debilitar la clase trabajadora en todas partes.

La crisis en la agricultura, en la medida que afecta a los/as trabajadores/as y a los pequeños agricultores, es mundial. Un enfoque sindical debe reconocer que a pesar de los miles de millones gastados en la agricultura en los países ricos, la agenda en pro de lo que la OIT denomina el "trabajo decente en la agricultura" sigue bloqueada y está incluso retrocediendo. Los/as trabajadores/as agrícolas de Canadá y los EE.UU. continúan fuera del marco legal de las relaciones laborales. En los EE.UU., los/as trabajadores/as agrícolas bajo el TLCAM han caído aún más profundamente en la pobreza. Los subsidios a la exportación favorecen a la gran agroindustria, no a los derechos de los trabajadores. Por consiguiente, los/as trabajadores/as agrícolas y de la alimentación en los países desarrollados tienen un interés vital en unir sus fuerzas con los/as trabajadores/as rurales de todo el mundo para desafiar a la agricultura corporativa y colocar la cuestión de los derechos colectivos en el centro del debate sobre la alimentación, la agricultura y el comercio.

En el Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre, la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hizo un llamado en favor de una "alianza internacional contra el hambre". Esta alianza no puede estar determinada o limitada por las cambiantes coaliciones de países en la OMC. Es seguro que necesitamos aliados, pero es la tarea del movimiento laboral internacional constituirse en el núcleo de esa alianza, sobre la base de una estrategia sindical independiente para promover nuestra lucha común, Norte y Sur, contra la agenda corporativa global para la alimentación y la agricultura. La langosta y el agua de hibisco no lo lograrán. Nuestros reclamos son pan y libertad.
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Un análisis detallado de los temas clave de Cancún que afectan a los trabajadores de la alimentación y agrícolas se encuentra disponible en nuestro sitio web, al pulsar "La OMC y el Sistema Alimentario Mundial" en el menú de la página de inicio, a la izquierda. La publicación de la UITA "La OMC y el Sistema Alimentario Mundial: Un Enfoque Sindical" se puede obtener en la secretaría y puede ser descargado en formato pdf siguiendo el mismo vínculo.