IUF logo; clicking here returns you to the home page.
UITA
Unificando los trabajadores agroalimentarios y de hosteler�a en todo el mundo


Acoso sexual en Polonia: PepsiCo a�n no se ha hecho cargo de su responsabilidad

Incluido en el sitio web de la UITA el 29-Jul-2005

Comparte este art�culo con otras personas interesadas

de Swedish Foowdorkers' Union

Malin Klingzell-Brulin es editora del M�l & Medel, diario del sindicato sueco de trabajadores/as de la alimentaci�n (Livs). Los d�as 22 y 23 de junio, visit� Polonia en el marco de una visita organizada por la UITA y Solidarnosc con el fin de inquirir la situaci�n de las ocho mujeres despedidas por la f�brica Frito-Lay de PepsiCo, cerca de Varsovia, en consecuencia del hostigamiento sexual por parte de un supervisor. El informe de su visita fue publicado en el n�mero 7-8 (julio-agosto 2005) del M�l & Medel.

Una tras otra las compa�eras de trabajo eran llamadas al despacho del supervisor. Las otras mujeres tienen sus dudas. Cuando una semana antes de Navidad reciben sin aviso previo la notificaci�n de despido comienzan a hablar de aquello que ha estado sucediendo durante tanto tiempo, pero de lo que nadie se anima a hablar � el acoso sexual.

Es dif�cil hablar sobre el acoso sexual. Pero ahora, cuando lo hacen por primera vez en un grupo un poco m�s grande, resulta claro que todas tiene alguna experiencia, ya sea que ellas mismas hayan sido v�ctimas o que fueran testigos de c�mo otras deb�an sufrirlo.

Es un momento inc�modo, doloroso. Pero es tambi�n incre�ble poder compartir aquello por lo que todas han pasado y debido soportar. Ya no estar solas provoca un sentimiento de liberaci�n.

Muchas recuerdan a la compa�era que qued� embarazada y fue luego despedidas. Pas� hace tres a�os. De aquella vez cuando uno de los supervisores fue se�alado como padre de un reci�n nacido y la historia se difundi�, el marido se quit� la vida, colg�ndose. Al capataz se le inst� a renunciar, sin sufrir otra consecuencia. Nadie puede decir con certeza si la historia es cierta, porque nadie nunca se preocup� por investigarla.

Las mujeres trabajan en la f�brica de papas chips Frito-Lay, situada en las afueras de Varsovia y que pertenece a PepsiCo, ellas discuten todos estos asuntos durante una pausa de descanso. Lo que no saben es que alguien las est� escuchando y m�s tarde contar� a los directivos la conversaci�n. Quiz� es alguien que ve una posibilidad de fortalecer su propia posici�n. Quiz� es alguien que tiene alguna cuenta pendiente con ellas.

El d�a que nunca olvidar�n

Se acerca Navidad. Hay mucho traj�n previo a las fiestas, preparar comida, adornar el �rbol adornar, comprar regalos... Despu�s de los festejos de Navidad est�n de regreso en su tarea de empaque en la f�brica. Se esfuerzan como siempre. El 29 de diciembre de 2004 es un d�a que nunca olvidar�n.

Elzbieta est� en su momento de descanso. Acaba de encender un cigarrillo cuando su supervisor se le acerca y le dice que apague el cigarrillo y lo acompa�e. La gravedad del tono de voz la asusta. Hace lo que �l le ordena y lo sigue en silencio. �l la conduce hasta la oficina de personal. All� espera el jefe de personal, quien le dice que no quieren que siga trabajando en la f�brica. El motivo es poco claro.

Ella no entiende nada, est� en estado de shock. Frente a ella en la mesa han colocado dos papeles para que decida cu�l firmar. Si elige el primero, significar� que ha renunciado y lo hace a cambio de una cierta suma de dinero, por el contrario el otro dice que la empresa la ha despedido por incumplimiento de sus obligaciones laborales.

Todo parece oscurecerse frente a sus ojos. �Qu� es lo que dicen? �Despedida? �Por qu�? No puede pensar claramente. Su marido est� desempleado. Tiene cuatro hijos que mantener. �C�mo va a sobrevivir? Firma el papel que significa que le dar�n una compensaci�n, unos tres meses de sueldo. Siente que no tiene otra alternativa.

Luego de Elzbieta, las otras mujeres que estuvieron hablando de acoso sexual son llamadas una tras otra. El rumor ya ha corrido. Ahora ellas saben lo que les espera.

Grazyna es la tercera mujer a la que su superior indica que lo acompa�e. Es extremadamente inc�modo porque fue precisamente �l quien anteriormente estuvo acos�ndola sexualmente.

Reconocimiento por buen trabajo

La �ltima mujer a la que llaman a la oficina de personal es Alexandra. Sus compa�eros no pueden creer lo que ven. Acaban justamente de consolarla y decirle que no debe tener temor alguno. Si tan s�lo un par de semanas antes la han felicitado por lo bien que realiza su trabajo.

Alexandra elige renunciar, y lo mismo hacen seis de las ocho mujeres. No tienen posibilidades de rechazar la compensaci�n econ�mica. Una tras otra sale de la oficina de personal. Cada una de ellas recibe su bolsa negra de pl�stico en la que juntar�n sus pertenencias. Luego se las conmina a que de inmediato dejen la f�brica.

Nunca antes en la historia de la f�brica ha sucedido que se despida a tantas personas en el mismo d�a. Y seguramente no es ninguna casualidad que esto suceda el mismo d�a en que su representante sindical pidi� licencia y no hay nadie a quien recurrir por ayuda.

Las mujeres despedidas esperan unas por otras fuera de la f�brica. Est�n convencidas de que son sus comentarios sobre los episodios de acoso sexual que ocasionaron que hayan perdido su trabajo. Al d�a siguiente se encuentran con el representante de su sindicato en las oficinas locales del Sindicato Solidaridad. Entonces se las anima a que dejen su testimonio documentado por escrito. Sin documentaci�n por escrito no pueden impulsar el tema m�s adelante.

El 3 de enero entregan al Tribunal Laboral una denuncia sobre los casos de acoso sexual. Pocos d�as m�s tarde se celebra una reuni�n entre representantes de Solidaridad y los antiguos empleadores de las mujeres. La expectativa es que, por medio de la v�a de negociaci�n se consiga que la empresa asuma su responsabilidad, investigue las acusaciones y vuelva a emplear a las mujeres. Los directivos de la empresa se niegan a hacerlo.

Batalla en los medios

Las mujeres entonces se mantienen firmes en sus denuncias. Tres de ellas informan que han sido objeto de acoso sexual. Cinco confirman y apoyan las afirmaciones de las primeras. Ahora tanto la prensa como la TV polaca est�n en conocimiento del caso y todo el asunto toma gran trascendencia.

Se inician dos procesos judiciales, un tribunal juzgar� el asunto dentro del marco de la justicia laboral y el otro dentro de los tribunales de justicia penal. La consecuencia de esto es que el supervisor es arrestado pero contin�a percibiendo su sueldo de la empresa, que adem�s contrata abogados de elevados honorarios para que se ocupen de su defensa. Las mujeres no s�lo no recuperan su trabajo sino que no se les compensa por los salarios perdidos.

A fines de enero, la UITA, Uni�n Internacional de Trabajadores de la Alimentaci�n convoc� a sus sindicatos afiliados a protestar contra lo sucedido y exigir que cada trabajadora despedida u obligada a renunciar por sus intentos de oponerse al acoso sexual sea reincorporada de inmediato a su trabajo.

La UITA sostiene que PepsiCo, al no tomar las medidas necesarias para proteger a sus empleados del acoso sexual no s�lo infringe la ley europea sino tambi�n la polaca y adem�s contraviene los derechos humanos de sus empleados y empleadas.

Rompen su propio c�digo

La UITA tambi�n destaca que PepsiCo en su propio c�digo global de conducta, vigente para todo el mundo, se compromete a �proporcionar un medio ambiente laboral que est� libre de todo tipo de discriminaci�n, incluido el acoso sexual y toda otra forma de acoso.�

La revista M�l & Medel publica un art�culo sobre el caso PepsiCo en su n�mero de marzo, v�ase Nr 3 - 2005. Las presiones desde afuera no ayudan. La empresa, en lugar de investigar las denuncias alega que las mujeres con su denuncia lo que persiguen es obtener dinero de la compa��a. El sindicato Solidaridad sospecha que se han empleado detectives para que obtengan informaci�n sobre las mujeres y su comportamiento.

Solidaridad pone en marcha una recolecci�n de firmas en apoyo a las mujeres, que hasta el momento ha sido suscripta por 180 000 polacos. A mediados de mayo se realiza una manifestaci�n en Varsovia. Pero la empresa no se deja conmover. El tiempo pasa y la situaci�n de las mujeres se vuelve m�s y m�s dif�cil. Comienza a cundir el rumor de que, como consecuencia de la acci�n emprendida por las mujeres, la producci�n puede llegar a trasladarse al exterior, a Ucrania. La tasa de desempleo donde viven es muy alta, por encima del 20 por ciento. Tienen dificultades para conseguir otro empleo, excepto trabajos temporarios muy ocasionales.

Comienza la campa�a en los pa�ses n�rdicos

A comienzos de junio, la Uni�n N�rdica de la industria de la alimentaci�n y golosinas, decide dar a conocer por todos los medios a su disposici�n la desidia total por parte de PepsiCo para proteger los derechos humanos de sus empleados y empleadas. La Uni�n decide asimismo enviar a Polonia una delegaci�n de representantes sindicales y de periodistas sindicales.

Quienes participamos de esta delegaci�n nos encontramos el 22 de junio con siete de las mujeres en el los locales del sindicato Solidaridad en Varsovia. Presentes en el encuentro est�n los representantes sindicales locales, regionales y centrales. Los relatos que escuchamos son conmovedores. La forma de actuar de la empresa se ve tan cruel una vez que se ha conocido a estas mujeres en su sociedad. �Como puede la empresa afirmar que ellas pudieron hacer esto para obtener beneficios propios? Parece muy poco probable que lo que ellas cuentan no sea cierto. El asunto se resolver� en los tribunales y entonces lo podremos ver en su realidad, en negro sobre blanco.

Se encuentra en el lugar el representante jur�dico de las mujeres, de la �Helsinki foundation for human rights� . Expresa su preocupaci�n por el proceso jur�dico en caso de que aqu� describamos el tipo de acoso sexual a que han estado sometidas. Es por ello que no incluimos aqu� esa informaci�n.

Las mujeres despedidas viven una vida retirada. No hay muchos que conozcan qu� es lo que ellas est�n afrontando. Nos enteramos de ello cuando al d�a siguiente visitamos a tres de las mujeres en sus hogares, en la peque�a ciudad de Zerard�w, aproximadamente a unos quince kil�metros de la f�brica.

Todos saben todo de todos

Hablar de acoso sexual es una verg�enza, especialmente en una peque�a comunidad en las que todos saben todo de todos. En la f�brica la mayor�a de los antiguos compa�eros de trabajo han tomado posici�n en contra de las mujeres. Adem�s, la esposa del supervisor arrestado ha comenzado una propia campa�a para lavarle la imagen. Ha tenido mucha repercusi�n en los medios de la prensa amarilla.

Una peque�a escalera lleva al departamento de Elzbietas en un edificio modesto.
Elzbietas es madre de cuatro hijos. Tanto ella como su esposo est�n desempleados. Nos apretujamos en la peque�a sala de la familia y la escuchamos. Tiene un aspecto marcadamente consumido y sufrido. Est� pasando por un per�odo duro.

"Apenas si tenemos dinero para la comida diaria. No hemos podido pagar el alquiler en varios meses, nos cuenta".

El mi�rcoles 29 de diciembre cuando fue obligada a renunciar hac�a siete a�os que trabajaba en la f�brica. Nos cuenta nuevamente c�mo se desarrollaron los acontecimientos.

"Todo pas� tan r�pido. Lo �nico en lo que alcanc� a pensar fue en los ni�os y en como �bamos a poder ahora conseguir dinero para salir adelante".

Todo era irreal, nos dice. Fue reci�n despu�s que tuvo tiempo para pensar y que pudo relacionar todo con la conversaci�n que hab�an tenido sobre los acosos sexuales.

Alexandra vive en un peque�o departamento en un segundo piso de otro edificio de apartamentos comunal. Es una madre sola, con un hijo de doce a�os. Nos cuenta orgullosamente que en los nueve a�os que trabaj� en la f�brica s�lo falt� once d�as, y s�lo en ocasiones en que estuvo enfermo su hijo, nunca por ella. Alexandra intent� hacer frente a los directivos cuando la llamaron a la oficina de personal.

"Unas pocas semanas antes me hab�an felicitado por lo bien que desempe�aba mi trabajo". �Qu� enseguida me despidieran por mi baja productividad sonaba totalmente imposible!, nos cuenta Alejandra, y contin�a:

"Intent� discutir con el supervisor y con el jefe de personal. No hicieron otra cosa que re�rse cuando les pregunt� si me hac�an esto porque yo sab�a demasiado sobre lo que pasaba en la f�brica".

La �ltima mujer a quien visitamos es Grazyna. Vive en el campo con su marido y dos hijos en una peque�a casa que ha heredado. Comparado con las viviendas de las otras mujeres esto parece desde afuera un peque�o idilio. Tambi�n su situaci�n econ�mica es un poco mejor. Ps�quicamente sin embargo es mucho m�s dif�cil para ella. Mientras que las otras mujeres a quienes entrevistamos han sido testigos de acoso sexual, en su caso ella misma lo ha sufrido en carne propia. No es en absoluto f�cil hablar de ello, pero lo intenta para que podamos entender mejor.

Est� totalmente convencida que las otras fueron despedidas porque comenzaron a hablar de lo que pasaba en la f�brica y ella porque hab�a rechazado a su supervisor cuando �ste le solicit� favores sexuales.

No conoce el c�digo de conducta

No tiene conocimiento de un c�digo de conducta de la empresa. Nunca ha o�do hablar de �l durante sus nueve a�os en la f�brica. Tampoco las otras mujeres lo conocen. Si bien la empresa alega que todos sus empleados est�n informados del c�digo de conducta, este evidentemente no es el caso

"�Con qu� sue�as ahora?"

"Conseguir un trabajo".

Sin embargo ella sabe que no ser� muy posible que vuelva a la f�brica a�n si ganaran el juicio contra la empresa. No va a ser f�cil trabajar junto a quienes estuvieron contra ella. Tambi�n su posici�n es bastante poco optimista cuando habla del proceso judicial que puede llegar a durar varios a�os.

"Tal como yo lo veo la empresa est� llevando a cabo una guerra de nervios, y es dif�cil poder mantenerse en calma cuando no se tiene trabajo ni dinero".

________________________________________

Puede enviar su mensaje a PepsiCo, exigiendo que la compa��a negocie prontamente con el sindicato para hallar un acuerdo aceptable para las v�ctimas. Pulse aqu�.